Porqué no me salga de las narices repartir besos y amor en estas fechas y sí me preocupe más por repartirlos de forma más equilibradita el resto del año, no hace falta que nadie me regale un bono de tres visitas al psiquiatra, jolín.
En todo caso, amiguitos, me hace falta un bono por tres masajes relajantes con intercambio de fluídos.
Después de tremendo exabruptito (burp, burp), les deseo lo mejor del mundo en estas fechas y bla, bla, bla de mano del mejor Superhéroe de todos los tiempos.
viernes, 28 de diciembre de 2007
domingo, 23 de diciembre de 2007
REQUIEM
Al mellizo, que los acueductos ya no están de moda.
Se había levantado temprano y había arreglado la casa.
Después se dió un baño y dejó que Ella Fitzgerald llenara la estancia con su voz por última vez.
Limpió el vapor del espejo, repasó sus cejas y pareció satisfecha con lo que veía.
Por fín se reconocía en el espejo.
Se vistió de blanco. Siempre le gustó como contrastaba con sus pecas y con el tono cremoso de su piel. Eligió unas sandalias marrones de piel para calzarse y puso la calefacción.
Se sentó en el sofá y miró la caja metálica. Era la caja de sus sueños, donde ocultaba sus deseos. Era el útimo lugar donde quería mirar y el único lugar al que quería regresar.
La abrió y vació su interior.
Ordenó las pastillas sobre la mesa de centro en un orden que solo ella entendía.
A cada pastilla que colocaba sobre el mueble, parecía que le susurrase algo.
Miró hacia las estanterías, y en ese momento cruzó un gesto de dolor su cara. Por más que limpiase, el amor seguía posado sobre los libros y los discos.
No encontraba la forma de deshacerse de ello.
Del sofá con su corazón allí pegado de horas de llorar su ausencia, de los platos donde comieron juntos. De las sábanas que compró para estrenarlas aquella noche. Las medias que él nunca vió. El conjunto de lencería que nunca lució.
No solo su voz y su olor se habían agarrado a los rincones de la casa. No podía evitar tomarle de la mano cuando estaba en la calle, ni sentir su presencia al girar una esquina. Lo tenía todo, menos a él.
Volvió a mirar las pastillas. Cada una era un momento con él y una posterior ausencia.
Ahora sonreía entonando como una oración su nombre. Y ya todo era más ligero.
Esta vez había conseguido mantener abierta la caja.
-Feliz Navidad.
Y cerró los ojos.
Se había levantado temprano y había arreglado la casa.
Después se dió un baño y dejó que Ella Fitzgerald llenara la estancia con su voz por última vez.
Limpió el vapor del espejo, repasó sus cejas y pareció satisfecha con lo que veía.
Por fín se reconocía en el espejo.
Se vistió de blanco. Siempre le gustó como contrastaba con sus pecas y con el tono cremoso de su piel. Eligió unas sandalias marrones de piel para calzarse y puso la calefacción.
Se sentó en el sofá y miró la caja metálica. Era la caja de sus sueños, donde ocultaba sus deseos. Era el útimo lugar donde quería mirar y el único lugar al que quería regresar.
La abrió y vació su interior.
Ordenó las pastillas sobre la mesa de centro en un orden que solo ella entendía.
A cada pastilla que colocaba sobre el mueble, parecía que le susurrase algo.
Miró hacia las estanterías, y en ese momento cruzó un gesto de dolor su cara. Por más que limpiase, el amor seguía posado sobre los libros y los discos.
No encontraba la forma de deshacerse de ello.
Del sofá con su corazón allí pegado de horas de llorar su ausencia, de los platos donde comieron juntos. De las sábanas que compró para estrenarlas aquella noche. Las medias que él nunca vió. El conjunto de lencería que nunca lució.
No solo su voz y su olor se habían agarrado a los rincones de la casa. No podía evitar tomarle de la mano cuando estaba en la calle, ni sentir su presencia al girar una esquina. Lo tenía todo, menos a él.
Volvió a mirar las pastillas. Cada una era un momento con él y una posterior ausencia.
Ahora sonreía entonando como una oración su nombre. Y ya todo era más ligero.
Esta vez había conseguido mantener abierta la caja.
-Feliz Navidad.
Y cerró los ojos.
jueves, 20 de diciembre de 2007
PREDICCIONES Y ELECCIONES
Horóscopo Leo 2008
En diciembre del año 2007, Plutón y Júpiter se unen para ayudarte a brillar en un área muy diferente en la que acostumbras resaltar. En agosto del 2008, un eclipse en Leo representará uno de los más grandes acontecimientos referidos al plano personal.Los planetas Neptuno y Júpiter te obligan a ir detrás de metas de las que la mayoría podrían burlarse. No debes prestarles atención.
Asustadita estoy. Y muchito.
Normalmente yo no hago caso de estas cosas, pero como paso por un momento raro-raro, y no me da la gana consultar en un 906 mis cosas (pero por que soy de los más cívica, y colapsar un call center contándole mis problemas a Jessica Fabiola del Carmen, no me parece bien, que siempre habrán personas que lo necesiten con más urgencia que yo. De todas formas, para eso tengo un blog y correo electrónico, y allí una se siente como pez en el agua. Jo jo jo.)
(El jo jo jo no responde a ningún espíritu navideño, que eso es típico de ese de barba blanca que viaja dándole jostiazos a unos pobres renos que seguro que no están ni sindicados. Además, es harto conocida mi inclinación por los tres que viven en Ruzafa, y a pesar de que me los encuentro en el metro día sí, día también, no sabría decir como se ríen, que estos son bastante más discretos que el tipo del trineo. Además, yo no hablo con desconocidos. Como decía, el jo jo jo responde a risa jocosilla de ''tú me entiendes'' o ''pedazo zorrona estás hecha, bonita''.)
Como decía, estoy asustada. Y es que por más que leo la reseña de mi horóscopo con toda la atención que puedo reunir (una moscaaaaaaa.... y parece que me mira....), yo solo saco en claro una cuestión: mi vida se va a convertir en una película de ciencia ficción.
Sí.
Es que me veo perseguida por dos planetas. Muy perseguida. Además, diciéndo lo de las metas, me veo subida en un bicicleta y sudando como una cerda en pleno puerto de montaña, y eso sí que no: mis nalgas fueron hermosamente configuradas para, si acaso, ser piropeadas por tenistas y señores de toda índole, no para deformarse encima de un sillín asquerosito de bicicleta. Ni siquiera lo haría por las bicicletas de El Balneario de Battle Creek.
Pues como mi futuro es mío, me hago la predicción a mi medida.
Amiga Leo:
Este año va a ser de los mejores que recordarás en tu vida. Recibirás una gran cantidad de dinero en breve, viajarás a países exóticos, tu ficus dejará de mirarte de forma amenazante y un hombre maravilloso llenará tus noches de besos rompiendo la maldición del agujero-negro-de-la-parte-izquierda-de-tu-cama. Acabarás de una vez con la dieta, tus pechos vencerán la batalla a la gravedad y recibirás un premio Nobel; esta, tu pitonisa, no está muy segura de la categoría, pero seguro que te lo dan, guapa.
Pues eso. Y para finalizar, pongo la foto de Rufino. Bombero voluntario y tenista sin fronteras.

miércoles, 19 de diciembre de 2007
BENDITO OMBLIGUITO
Para el mellizo psicótico, que más o menos está así.
''Pero no dejaba de pensar en ella. Y cada vez que cerraba los ojos veía su cara, y su nombre se metía en mi boca, y la mano corría hacia el bolsillo para robar su voz al teléfono.''
Visto por esos mundos de blogdios.
P.D. Peasho cabrona, lo sé. Ja.
lunes, 17 de diciembre de 2007
CRONOS
If, maldita prisión.
Todas las mañanas tomaba café con leche y tostadas.
Todas las mañanas se sentaba al lado de la cristalera.
Invariablemente, removía el café con leche poniendo primero un sobre de azúcar. Veinte vueltas a la derecha. Otro sobre de azúcar. Veinte vueltas a la izquierda. El plato de las tostadas cerca, que del tránsito hacia su boca no goteara de aceite la mesa.
Acabado el desayuno, tomaba el autobús al centro a las 7:45. Bajaba del autobús. A las 8:30 en su puesto de trabajo. A media mañana descanso. A las 15:00 de regreso a su mundo.
Todas las mañanas la veía pasear a su perro.
Y todas las mañanas se preguntaba cosas sobre ella. Pero sólo se las preguntaba; en su holgada soledad, no había espacio para respuestas.
Llegaba al parque de enfrente, soltaba al perro, le dejaba corretear unos minutos, miraba el reloj, perdía de vista al perro, lo llamaba, miraba el reloj, y se agachaba para rascarle la panza y las orejas. Le ponía de nuevo la correa y desaparecía de la panorámica de la cristalera.
Esta mañana el café con leche quemaba, solo le pusieron un sobre de azúcar, la huelga de transporte público afectó a sus calculados horarios, y ya en el trabajo, le comunicaron que a partir de primero de mes prescindían de sus servicios.
Volvió a su barrio caminando, sin pensar demasiado. Se sentó detrás de la cristalera y pidió café. Vertió parte del azúcar fuera de la taza, y removió el contenido de cualquier manera.
Y miró hacia el parque.
Miró largo rato la farola donde ella esperaba al perro, donde se entretenía leyendo los anuncios pegados. Donde a veces arrancaba un número de teléfono.
Rebuscó en su maletín. Sacó una estilográfica y un pequeño cuaderno de notas.
Primera hora de la mañana. Esta vez ha pedido un té con madalenas.
Llega la mujer. Llega el perro. Le quita la correa. Ella se acerca a la farola. Espera.
"Mira la farola."
Mira el reloj.
"Lee, por favor."
Mira la farola. Lee distraídamente las notas. Se fija en una. Mira alrededor. Sonríe. La desprende con cuidado de no romperla, la dobla y la guarda en su bolsillo.
"Hazlo."
Mira el reloj, llama al perro, el perro acude. Y esta vez no le pone la correa. Lo coge en brazos y le rasca la cabeza. Lo deja en el suelo. Y antes de iniciar el regreso, mira hacia la cristalera. Lentamente, pone un mechón de su pelo tras la oreja.
"Sí."
Ya no volvió a las veinte vueltas ni al café con leche.
Y ya no se asomaba al mundo solo.
Ni siquiera desde la cristalera.
Todas las mañanas tomaba café con leche y tostadas.
Todas las mañanas se sentaba al lado de la cristalera.
Invariablemente, removía el café con leche poniendo primero un sobre de azúcar. Veinte vueltas a la derecha. Otro sobre de azúcar. Veinte vueltas a la izquierda. El plato de las tostadas cerca, que del tránsito hacia su boca no goteara de aceite la mesa.
Acabado el desayuno, tomaba el autobús al centro a las 7:45. Bajaba del autobús. A las 8:30 en su puesto de trabajo. A media mañana descanso. A las 15:00 de regreso a su mundo.
Todas las mañanas la veía pasear a su perro.
Y todas las mañanas se preguntaba cosas sobre ella. Pero sólo se las preguntaba; en su holgada soledad, no había espacio para respuestas.
Llegaba al parque de enfrente, soltaba al perro, le dejaba corretear unos minutos, miraba el reloj, perdía de vista al perro, lo llamaba, miraba el reloj, y se agachaba para rascarle la panza y las orejas. Le ponía de nuevo la correa y desaparecía de la panorámica de la cristalera.
Esta mañana el café con leche quemaba, solo le pusieron un sobre de azúcar, la huelga de transporte público afectó a sus calculados horarios, y ya en el trabajo, le comunicaron que a partir de primero de mes prescindían de sus servicios.
Volvió a su barrio caminando, sin pensar demasiado. Se sentó detrás de la cristalera y pidió café. Vertió parte del azúcar fuera de la taza, y removió el contenido de cualquier manera.
Y miró hacia el parque.
Miró largo rato la farola donde ella esperaba al perro, donde se entretenía leyendo los anuncios pegados. Donde a veces arrancaba un número de teléfono.
Rebuscó en su maletín. Sacó una estilográfica y un pequeño cuaderno de notas.
Primera hora de la mañana. Esta vez ha pedido un té con madalenas.
Llega la mujer. Llega el perro. Le quita la correa. Ella se acerca a la farola. Espera.
"Mira la farola."
Mira el reloj.
"Lee, por favor."
Mira la farola. Lee distraídamente las notas. Se fija en una. Mira alrededor. Sonríe. La desprende con cuidado de no romperla, la dobla y la guarda en su bolsillo.
"Hazlo."
Mira el reloj, llama al perro, el perro acude. Y esta vez no le pone la correa. Lo coge en brazos y le rasca la cabeza. Lo deja en el suelo. Y antes de iniciar el regreso, mira hacia la cristalera. Lentamente, pone un mechón de su pelo tras la oreja.
"Sí."
Ya no volvió a las veinte vueltas ni al café con leche.
Y ya no se asomaba al mundo solo.
Ni siquiera desde la cristalera.
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