jueves, 12 de octubre de 2006

AL OLOR DE LA SARDINA

Que chungo que es levantarse por la mañana, mirarse al espejo y decir: -Evita, nena, que mal lo llevas, chica. Y es que llega a la nariz el tufillo inconfundible de la sardina, o mas conocido como cambio de estación, debo aclarar. Me noto ñoña, blandengue, buscándome arrugas en la cara todo el santo día en cristales y espejos, pellizcándome la lorza y con mas falta de sueño que de costumbre. Todos estos datos, muestras, síntomas y agonías no son mas que señales, de esas agoreras (ainnnssssss), de que algo viene por delante, y que va a ser que no me va a gustar. Y esto lo digo porque, sacando pruebas y diarios, constato que cada vez que tengo gastritis y lagrimones me vienen los males, y de tres en tres. (Supongo que como me dedico a la economía de la supervivencia y acostumbrada a comprar en el DIA madalenas y café de oferta, el ánimo se me pone de “pague dos y llévese tres”).

Bien. Pues en situaciones como esta, es cuando Evita tiene que sacar pecho (y para ese menester soltar el sostén, que una es generosa de glándulas), y acordarse de que en anteriores gestas ya salí victoriosa e incluso con lustre como para echarle un par y presumir.
Supongo que todo esto me viene porque no he tenido un verano demasiado mimosón (un mimo en todo el estío), y el cuerpo pide.
A decir verdad he tenido mas de un mimo, pero que entrase en el cuadro de honores solo uno. Aunque bien pensado… hay uno que merece la pena solo por lo absurdo del polvo.

Conozco a un tipo, en adelante Adán, que me tiene perraca perdida. Tiene todo aquello que busco en los hombres. Dulce al mismo tiempo que seriote, trabajador y muy juerguista, con cara de malo rehabilitado, y lo mas importante, pasa de mi como de su santa esposa. Quiero decir, no tiene pretensiones románticas conmigo ni mucho menos, pero es buen colega de fiesta y de cuando en cuando de cama. Es una pena. Si lo nuestro llegará a algo, seriamos la disolución parejil mas rápida de la historia. En fin, que me pierdo.
Pues en una calurosa noche de terrazas veraniegas andaba la cosa cuando nos encontramos los míos con los suyos, y por supuesto, también entre nosotros.
-Evita, chica, que bien te veo.
- Te favorece el cambio de gafas, Adán.
- Pelotera.
- Noooo, si es que ya estoy algo bebida.
O algo así, que ya ni me acuerdo. La cuestión es que entre copa y copa acabamos venga el morreo y metiéndonos mano hasta, por la confusión, en los bolsillos.
- Ein? Y esto?
- El anillo mágico.
- Pues pedazo dedo que tiene el hobbit al que se lo has robado.
Y tal y cual, que si lo has probado, que no, que eso es para gente aburrida y medio casada como tu, que a mi no me hace falta, que mi móvil tiene vibrador y autonomía de dos horas, que cobarde que eres Evita, que no es eso, cielo, que entre el condón y eso parecerá la polla del muñeco de michelín, cobardica, capullo, vamos al parking, mejor a mi casa y así llamamos al S.A.M.U. cuando te de una embolia por llevar la morcilla estrangulada, jajajajajja, mira como estoy ya de pensar en la embolia…

Pepe. Pepe no es cualquiera. Pepe es mi perro. Un amor a primera vista fulminante. Nos conocimos en la perrera. No es que yo viviese allí (que tampoco estaría mal), pero necesitaba un primogénito que heredase mis latifundios, y como no pensaba quedarme embarazada, pues creí que era muy honroso acudir a la casa cuna de los perrillos y darle mis nobles apellidos a uno. Nos miramos a los ojos, el me llamó mamá y a mi se me cayeron las lágrimas. En fin, superado el trámite, llegamos a casa desde la maternidad y hasta ahora es el angelito de mi vida que me espera cuando vuelvo al hogar. Pues como príncipe heredero que es, le compré un ajuar precioso consistente en dos mantas perrunas, mil juguetes y una cesta para dormir que solo le falta dosel. Y tan mimado lo eduqué, que todas las noches duerme conmigo, él en su cama y yo en la mía, en la misma habitación. El problema es que no puede estar lejos de su mamá, y mucho menos saberla detrás de una puerta cerrada. ¡Ay, que se me muere del disgusto! ¡Ay, que te agota el cerebro de la llantina! Así que mi Pepe y yo hicimos un pacto: yo no cerraba puertas y él no las atravesaba sin mi permiso.

Adán y yo llegamos a casa, algo pedos y súper salidos, con ese punto justo de alcohol que te pone mas a mil si cabe. Entramos en el piso, Pepe quita de en medio que mami esta ocupada, mas morreo, mas toqueteo, ven que te llevo a la cama, y Pepe cumple con el pacto de quedarse sentado en la puerta de la habitación, eso si, de espaldas. Pues ya estábamos metidos seriamente en faena y repasando algún que otro capítulo kamasutral, cuando le dije a Adán que sacase el play de Frodo.
- Hazme la batidora, cielo.
- Mmmmmmm… a punto de nieve…
Pero pasó que yo iba muy adelantada, y a los minutos, para evitar desincronizaciones fornicias (es que mi Adán es como los trenes ingleses), le quito el anillo, lo lanzó por los aires y va a parar al lado del perro, el cual, pobrecito, no conocedor de la vida, se pega un susto del trece, para acto seguido envalentonarse como aguerrido can que es (que queréis, es mi hijo) y lanzarse encima del cacharro, trincarlo, saltar a mi cama, pisarle las pelotas a Adán, arañarme a mi toda, dejar el anillo al lado del hombre de michelín y liarse a olisquearle la goma. A todo esto el play seguía a lo suyo. Al menos Adán se quedó a pasar la noche y nos dimos un buenos días oyendo los lamentos del perro al otro lado de la puerta.

No he tenido demasiado sexo del bueno, pero al menos fue divertido. Pero no pasa nada, que saco la ubre todo lo que haga falta. Así que me pongo el traje de ir a comprar el pan y me paso por la obra que tiene toda calle de mi ciudad para que todos esos hombretones estupendos, sudorosos y bien hablados, me digan cosas tan lindas como “Yeeeeeeeeeeee”, “Ruuuuuubiiiiiaaaaaaa”, “Oye, oye, oyeeeeeeeeeeeeeee”, y otros textos recitados como si llevasen una chuleta en el bolsillo de los poemas de Neruda. No es mucho, pero de cuando en cuando me funciona. Aunque bien pensado, como todos esos malos rollos de estados y estares y olores a sardina son recién levantada, para mi va a ser que es falta de una ducha o, al menos, de repaso de bidet. Casi que me adecento y me tumbo en el diván de pago. Ea.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Joe un mimo en el verano y te quejas? yo no he tenido ninguno. ni siquiera un beso en la mejilla.

en cuanto al anillo tampoco lo he probado.

y acertaste. mi nick es por el no sugrañes de mendoza. has ganado el premio.